jueves, 3 de abril de 2014

INDUSTRIA CULTURAL, SUBJETIVIDAD Y POLÍTICA

El sentido de una producción simbólica aquí y ahora como en toda sociedad es el de generar una red de significantes capaces de sostener sentidos múltiples y renovables.
El desafío específico de nuestra sociedad tiene dos aspectos fundamentales:
-Por una parte la cultura se desterritorializa a gran velocidad. Incluso los referentes locales tienen sentido sólo si pueden entrar en la circulación global de signos. En razón de esta desterritorialización, la cultura es cada vez más autoreferente: sólo importa la aptitud a circular y a reenviar a otros significantes que ya circulan.
-Por otra parte, ha aparecido una industria cuyo objetivo es la producción de vida simbólica: la industria cultural. El objetivo de la industria cultural es la compaventa de vida simbólica. Aquí también la autoreferencia es una rasgo sobresaliente, porque ninguna instancia exterior - la naturaleza, por ejemplo - puede, per se, dar sentido a una producción continua de vida simbólica.
Pero además, la industria cultural opera de una manera particular. Es "aluvional": no se preocupa de concretas articulaciones con subjetividades particulares, sino que, ocupando todo el espacio simbólico disponible, apuesta por la adecuación de las subjetividades a su propia producción.
En razón de su característica "aluvionalidad" genera una inmanencia: taponadas todas las líneas de fuga, cegada toda trascendencia en la afirmación cínica de lo efímero y fluido de su propia producción, invita con apodíctica evidencia al  puro goce in-trascendente - el modelo del goce orgásmico: de por sí un modelo de arrobo.
Nuestra cultura se presenta así como inmanente y totalizadora.
Dos son los posibles puntos de ruptura.
-El subjetivo. A la manera de Pasolini y tanto románticos antes que él, mostrar la llaga de sí mismo como la evidencia de la imposibilidad de la totalización. Insistir en poner en circulación contenidos en los que la totalización muestra su enfermedad.
-El político. Posible, en un primer momento, como ruptura, por el mero hecho de aparecer como una posibilidad otra. En un segundo momento, como nueva articulación de significado y significante. En un tercer momento, como concreta afirmación de una otredad.

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