martes, 23 de junio de 2009

CINE DIGITAL, CINE DE LOS COMIENZOS

El cine digital ha devuelto al cine alguna de las prácticas que presidieron su comienzo y que se perdieron luego, con la llegada del sonoro, debido al desmesurado aumento del tamaño de la cámara y sus accesorios. Cuando, en los años 60, volvieron a haber cámaras ligeras, el precio de la película siguió siendo una limitación importante a la hora de decidir cuánto grabar.
Chaplin, por ejemplo, rodaba todos los ensayos -hacía decenas de tomas cambiando la situación, los personajes, los decorados, desarrollando los gags e inventando nuevas escenas. De ese modo los rushes eran un instrumento de trabajo para la definición de las escenas y no sólo una serie de tomas para escoger la mejor cara al montaje definitivo. Rodar era la manera normal de estar en el set.
Se trata de un uso de la cámara que hemos podido reencontrar con el cine digital donde la relativa sencillez de preparación del aparato, la inmediatez de la verificación del resultado en visores y monitores y el bajo coste de las cintas, nos han permitido volver a “rodar todo”. Se difumina así la diferencia entre ensayo y toma, permitiendo algunas novedosas prácticas cinematográficas –de hecho un reencuentro con algunas maneras de hacer cines. Es el caso del cineasta portugués Pedro Costa, por ejemplo, que, una vez planteada la iluminación, trabaja con sus actores no-profesionales grabando continuamente -con la ventaja de disponer además de más material a la hora del montaje.
La ligereza de los equipos permite, por otra parte, volver a esa capacidad de exploración capilar de lo real que también fue una característica del cine mudo. Pensemos en Nanook el esquimal o en El Hombre de la cámara. Es obvio que, desde este punto de vista, se trata más bien de una generalización de lo que ya había desarrollado la televisión en los últimos cincuenta años.
Finalmente la facilidad del manejo unida al bajo coste de la producción permite un aumento exponencial de la producción. Es este un aspecto que a veces se oye deplorar en los círculos supuestamente “entendidos” que parecen ignorar que en los años 10 y 20 las películas se hacían por docenas –Chaplin firmó un contrato con la productora Essanay por 12 películas en 1915 (que rodó en dos años) y Griffith casi 500 (!) películas entre 1908 y 1914. Como ambos casos ilustran, facilidad, portabilidad y bajo coste de producción no son elementos que conlleven una baja calidad sino que generan prácticas creativas y experimentales en todos los aspectos fílmicos. Unas prácticas que en el caso de Chaplin y Griffith fueron además la base de sus obras de mayor envergadura.
Podemos decir, en suma, que el cine digital nos ha devuelto algunas dimensiones del comienzo mismo del cine, que desarrollos técnicos y organización industrial nos habían hecho perder a lo largo del siglo XX.