lunes, 10 de marzo de 2008

ÉPICA Y CINE

El cine más “de autor” tiene problemas con la épica –al menos desde que la izquierda ya no quiere hacer la revolución. Se entiende. La propia posición del “autor” es vivida como un momento de crisis en el interior de un sistema que se considera todo él conquistado por lo comercial. El “autor” se ha vuelto sobretodo el baluarte de una sensibilidad subjetiva, contra el formateado de las emociones del “público” llevado a cabo esencialmente por el cine de Estados Unidos. La mayor parte de las películas de “autor” acaban por transmitir una sensación de repliegue, de debilidad, como si las dificultades de la producción se hubieran contagiado a la materia misma del film. La energía objetiva que contituye y transmite la épica –fílmica y literaria- es una necesidad existencial y política. Sin ella nunca imaginaremos un mundo diferente –sino sólo éste vivido como una desgracia. Y sin ingenuidad: no podemos volver a realizar el viejo cine “comprometido”, que ha perdido todos sus referentes. Más bien se trata de inventar una épica nueva.